Relatos cortos
Siempre a tu lado
Caminaba despacio, entre las grises lápidas del cementerio que se precipitaba en innumerables filas, arrojando una imagen de cruel soledad y oscuro silencio.
Como un autómata dirigido por un desgarrador propósito, se dejaba llevar por la muchedumbre que lo acompañaba. Su rostro era tosco, apenas se le veían los ojos, inflamados por las lágrimas que aún humedecen sus párpados, reflejando las huellas del intenso llanto producido los días previos. Sus labios permanecían apretados de rabia y dolor, intentando contener un grito que le obstruía la garganta y apenas le permitía respirar.
Nunca en la vida se había sentido tan mal, tan hundido e impotente, con aquella profunda decepción del infante que pretende retener el agua entre sus dedos. Quizás porque nunca había perdido lo que más amaba en este mundo, lo que de alguna forma, daba sentido a su vida, a su existencia, en este plano de realidad.
Él sabía que nada resulta permanente, que todo cambia y se modifica a medida que cambia su forma de sentir y su perspectiva desde la cual contemplar los acontecimientos y estaba seguro que en un futuro no demasiado lejano, volvería a reencontrarse con Jasmin, su alma gemela, a la que había perdido de forma inesperada y cruel, en aquel terrible accidente. Aquella que le hacía sentirse abandonado tras su marcha.
Pero en ese momento, no se sentía listo para tal pérdida. Quizás si no hubiese sido un acontecimiento tan abrupto y repentino, le hubiese dado tiempo a asumirlo de otro modo, con calma, de un modo menos traumático y doloroso tal vez.
De pronto, se detuvo mirando a su alrededor, intentando encontrar una respuesta que alivie su dolor entre aquel mar de lápidas frías y silenciosas, pero no hallaba consuelo. Ninguna palabra venía a su mente que le reconfortarse lo más mínimo, a pesar de su experiencia en todas aquellas vidas pasadas, de las cuales él era consciente. Se sentía vulnerable.
La muchedumbre que le acompañaba, se había agolpado a su alrededor y se acercaban a estrechar su mano balbuceando palabras que no alcanzaba a entender, por el embotamiento emocional que sufría su mente. Por supuesto, todo cuanto decían no parecía aliviar su pena en modo alguno. Se le antojaban palabras huecas y vacías de contenido, protocolarias del momento presente, que distaban mucho de cualquier tipo de consuelo.
Jasmin ya no se encontraba en aquella lápida, había trascendido. Él lo sabía. Tan solo su cuerpo inerte y frío, se encontraba a la espera de su desaparición. Aún así, necesitaba permanecer cerca, en un grito insonoro y desesperado, por aferrarse a su presencia.
Allí permaneció durante horas, después de que todos hubieron marchado, como el perro que vela a su amo tras su muerte. Exactamente así de abandonado se sentía.
Ella había sido durante años su brújula, su guía y su refugio. El calor de su hogar en invierno y el aire fresco en las calurosas noches de verano.
Se preguntaba cómo seguir adelante, lidiando con el oscuro vacío que le ahogaba, con el dolor de su ausencia y la añoranza de su amor.
Sabía que tenía que permanecer un poco más en esta existencia, a pesar de que su misión aún no había concluido. Claro que ignoraba cuál era esta con exactitud, aunque sospechaba, que tal vez la soledad que le había sido impuesta, no era en absoluto casual, sino una experiencia que le brindaba la posibilidad de un aprendizaje superior. Pero demonios, el dolor era intenso, tan intenso que se impone sobre los razonamientos. Hubiese querido renunciar, renunciar a todo e ir a su encuentro. Escapar de aquella situación que le condenaba a un futuro impredecible, incierto, donde debía recomponer sus pedazos de nuevo y seguir adelante, sin dejar que sus heridas marcarán su futuro, un futuro que le daba miedo y lo arrojaba a los brazos de la incertidumbre.
Aunque interiormente, algo le detenía de aquel impulso por el cual le hubiese gustado dejarse llevar, abandonarse para desaparecer de este plano de existencia. Algo que ni él mismo supo definir.
Se marchó bajo la lluvia hacia su casa, sentándose en el porche, con un vaso de vino entre sus dedos, intentando ahogar sus penas en alcohol.
Anestesiando sus sentidos, bebió un vaso tras otro, quedando finalmente dormido, reclinando en el sillón.
Jasmin apareció en su sueño, con una sonrisa radiante y más hermosa que nunca. Lo tomó de la mano y acariciando su mejilla le susurro al oído:
-Siempre estaré a tu lado, acompañándote en todo momento, porque nuestro amor es imperecedero. Trascendemos en el tiempo y el espacio, en cualquier plano de nuestra existencia, seguiremos encontrándonos, vida tras vida.
-No temas, mi amor -Le dijo, con una última caricia amorosa y compasiva. -El dolor también se desvanecerá.
De pronto, su silueta se fue desdibujando, dando paso a una luz intensamente cegadora. El calor desprendido por su cuerpo, reconforto sus heridas momentáneamente y renovó su confianza en aquella vida que había dejado de parecerle placentera y enriquecedora.
Se despertó en la tumbona, con el primer rayo de luz de la mañana, como si hubiese dormido durante una eternidad.
La brisa del amanecer le traía el recuerdo de su perfume a tierra húmeda y cálida primavera. Se incorporó suavemente, dirigiéndose a la cocina, donde se preparó un café bien cargado.
Le dolía la cabeza, quizás por el alcohol consumido el día anterior. Aún le pareció escuchar su risa tras la puerta. Cerró sus ojos, en un intento de atesorar ese recuerdo, de mantenerlo en su mente unos minutos más, de saborear su dulzura, en contraste con el sabor amargo del café.
Se dirigió a la alcoba y se sentó en el borde de la cama, permaneciendo en silencio durante un largo rato.
El perfume de Jazmín, permanecía impregnando toda la estancia. Por un momento, olvido que ya no estaba en este plano, entre los vivos de esta dimensión.
Rememorando momentos de su feliz convivencia, le pareció ver su imagen en el espejo de la alcoba, sonriéndole abiertamente.
-Estoy desvariando. -Se dijo para sí. Una pregunta incisiva abordó su mente aturdida por la resaca:
¿Se puede superar el vacío y la soledad, sin dejarse arrastrar por ellas, sin permitir que el olvido nos arrebate aquellos recuerdos que el corazón anhela mantener por siempre?
Quizás ese era su mayor temor, que la cotidianidad de los días le alejaran de sus bellos recuerdos y el tiempo difuminara lo que Jasmin le había hecho sentir con su sola presencia.
Ese era su talón de Aquiles que nublaba su mente, sin permitirle reflexionar con claridad.
Una voz interna, respondió de inmediato.
Ningún sentimiento dura eternamente. El dolor, la rabia y el rencor se desvanecen con el tiempo. Tan solo el amor verdadero permanece para siempre prendido en nuestra alma. Es algo que nunca puede serte arrebatado, porque resulta el alimento que nutre nuestra esencia.
Pasó las horas como un zombi, recorriendo la casa vacía.
No conseguía hallarse a sí mismo entre tanto silencio y sin embargo, no hubiese soportado que nadie le arrebatara esos momentos de introspección. Resultaban un adiestramiento necesario para sobrellevar los cambios que se habían precipitado con su marcha y que iban a modificar por siempre su realidad más cotidiana, su vida y costumbres. Esa vida que había quedado rota, interrumpida y no sabía cómo continuar.
Esa noche tampoco se animó a deshacer la cama, no se sentía preparado. Temía añorar el calor de su cuerpo, el tacto de su piel, la caricia de sus manos y que le resultara tan insoportable su ausencia, que no le permitiera dormir.
Sacó una manta del armario y se dirigió al salón, dejándose caer pesadamente sobre el sofá. Pasaron varias horas, buceando entre sus recuerdos más íntimos. Aquellos que temía perder y que nunca serán confesados a nadie hasta que por fin, parecía estar venciendo el sueño.
Una sensación de ingravidez perturbó su descanso, llamando poderosamente su atención. Vió como de su cuerpo se desprendía una luz que danzaba caprichosamente en el aire, sobre su cuerpo inerte, levitando sobre sí mismo. Al instante, apareció una brillante luz naranja a lo lejos. A medida que se acercaba, se tornaba más turquesa y finalmente se pusieron a danzar unidas en algo parecido a un cortejo.
Él sabía que era Jasmin, que había venido a su encuentro. Sin pronunciar ni una palabra, se dijeron todo cuanto no se habían atrevido a confesarse en este plano. Sus más íntimos secretos. Cualquier cosa carecía ya de la más mínima importancia.
No podía existir nada tan hermoso, tan real y tan auténtico.
Nada más, le podía dar la certeza de que el amor, trascendía en el tiempo y el espacio, teniendo la capacidad de borrar cualquier dolor que se hubiese podido haber infringido. Cualquier ofensa quedó redimida por completo.
Supo entonces, que siempre estarían unidos, que los acontecimientos, tan sólo representaban lecciones personales que debían superar, para trascender en su aprendizaje espiritual.
La llama del amor siempre permanece encendida, a pesar del tiempo y de los acontecimientos. Demostrándoles, una vez más, que ambos eran parte de un mismo ser.